Siempre has tenido claro que querías ser artista? ¿Cómo te iniciaste?
¡Pues no! Jajajaja, siempre he sido espontánea y teatrera, pero no era consciente. Vengo de una familia tradicional y peculiar. Mi madre, polivalente, cuidaba de sus 3 hijos y de sus padres. Ayudaba a mi padre en la consulta y mantenía todo en orden, mientras él, médico de profesión y vocación, fue el que me hizo sacar lo que llevo dentro. Era un artista en todo lo que hacía.
Me obligó a estudiar medicina, yo no quería pero dijo que el arte, como en su caso, debía ser un hobby y no algo que nos diera quebraderos de cabeza, “es muy difícil vivir de él” (solía decir) “y además ser libre “.
De él aprendí muchas cosas y la pasión por el arte sin ninguna duda, incluido el del séptimo. Dibujaba de una forma muy característica (no he vuelto a ver a nadie hacerlo así) y su carga genética estoy segura que me dio este instinto artístico y soñador…
Cursé dos años de medicina, pero me cambié a psicología porque mi personalidad me hacía incompatible con determinados métodos de estudio. No llegué a terminarla, la vida me cambió y me quedé a muy poquito de terminar.
Por otro lado, cuanto más tenía que estudiar, más me apetecía pintar y poco a poco lo fui haciendo mi modo de vida.
Mis primeros cuadros los firmaba como “Nena”, que era como me llamaban mi familia y amigos (y algunos lo siguen haciendo). De hecho, para los hijos de mis hermanos soy
tía Nena.
Cuando empecé a vender, mi padre dijo: “pero hija ¿no tienes apellido?” jajaja. Desde entonces soy Pili Tejedo.
Hice cursos y talleres para completar mis inquietudes con más técnicas. Cursos de investigación personal y estudios de otras habilidades, pero no cursé Bellas Artes (en mi ciudad no había Facultad, había escuela, en la sí participé). Después practiqué y me dejé llevar por la curiosidad y la intuición, mis instintos y gustos personales según las épocas.
Al principio, mi padre me llevaba de la mano, me pasaba horas embobada viéndole hacer todo tipo de arte: pintaba, labraba, esmaltaba, dibujaba… Usaba todo lo que tenía al alcance y creaba siempre con lo último que salía al mercado. Más adelante, y gracias a esa ventana al mundo (Internet), sigo investigando por mi cuenta, buscando ser más fuerte en mi parte más débil.
Lo importante, como casi todo en la vida es la constancia y no rendirse.
Las personas que se enteraban que pintaba, venían a casa y empezaron a comprarme cuadros desde el caballete. Eso me ayudó a confiar en mí misma y me hizo plantearme exponer. Lo organizamos y para mi sorpresa lo hice con mucho éxito.
Por casualidades de la vida, miembros de la NASA también adquirieron algunas de mis obras. Recuerdo que les fascinaban las ranas, las iguanas, el color…
Por aquella época incluso me ofrecieron exponer en el Reina Sofía de Nueva York, pero aún no había llegado el momento, había otras prioridades.
«Soy color y fantasía, ese es mi universo favorito, mi mundo.»
¿Por qué pintura y no otra expresión artística?
La pintura me parece la expresión artística más adaptada a mi personalidad. Más fácil de transportar, no requiere tantísimo espacio como, por ejemplo, la escultura. He probado un poco de todo, claro que no con tanto tesón, pero la conclusión (al menos por el momento, no me quiero cerrar puertas), es que mi fuerte ha sido siempre el color y la fantasía. Ese es mi mundo y mi estilo personal.
¿Qué recuerdas de tus primeras obras?
Recuerdo que buscaba motivos llamativos, era una pintura más naíf, los colores eran mucho más primarios… los veía como si les faltara brillo.
Después, con la operación de mis ojos, pude observar que veía las imágenes teñidas de un color amarillento y por eso necesitaba subir tanto los tonos, para que mi visión fuera el resultado de lo que quería ver. Podría destacar que, aun siguiendo el mismo hilo, todo
era más redondo, tal vez menos poético, aunque si atractivo.
Pintaba más sostenida, menos valiente y decidida, siempre temerosa de no gustar. Las primeras obras tienen algo de niñez (siempre queda algo de inocencia en mis telas) y más tarde ha ido saliendo cada trocito del camino que he ido recorriendo.
¿Te has encontrado con alguna dificultad a lo largo del camino?
¿Y quién no? ¡Soy tremendamente emocional y pasional! Todo me influye mucho en el trato con los pinceles. He sorteado muchas dificultades, sobre todo porque yo siempre pinto desde la alegría y cuando estoy triste mi cabeza no genera lo que quiero ver.
Cuando pinto en ese estado ahogo los cuadros, o me hartan y los devuelvo al blanco para que no existan, a pesar de que para otras personas puedan haber sido más que válidos y luego me riñan por borrarlos.
Una vez, con la presión de pintar felinos, dibujé tres muy realistas, haciéndole frente a la vida y de pronto dije: “¿por qué voy a dibujar tigres, panteras o leones, tal como los ve todo el mundo?”. No soy yo. No soy de arañar, ¡casi toda mi vida me he mordido las uñas! Así que, haciendo algo tan simple como una tortilla, la aparté del fuego y corrí a borrarlos y a empezar de nuevo.
Esto me ha pasado más veces cuando me presionan para que pinte algo determinado, empiezo, desarrollo… y llega un punto en el que no me siento cómoda y castigo las telas, les doy la vuelta. Cuando me ordeno y retomo, casi siempre cambio el concepto.
Mi padre enfermó, eso sí me hizo parar, excepto en las clases que he impartido durante 20 años, ahí no podía detenerme, hay que seguir y transmitir, sino no funciona.
Cuando mejoró volví a pintar más, pero mi primer matrimonio se deshacía y volví a parar por exigencias del guión. Fue entonces cuando la vida puso en mi camino a mi amor de juventud, Eduardo. Uno de esos amores que te paralizan y de los que crees morir si te alejas, pero no pudo seguir su camino en aquel momento, lo retomamos 25 años más tarde.
Mi última dificultad ha sido el cáncer de mi esposo. Se instaló justo en el momento en el que comenzaba este proyecto. Gracias a Dios, él ya está bien después de meses tremendos de dedicación plena a su recuperación y ahora ha llegado el momento de alcanzar la meta.
«Podría decir que las obras que más me definen son mis mundos, son de las que más me cuesta desprenderme.»
¿Dónde nace tu inspiración?
¡De cualquier cosa! Según mi hijo ese ha sido siempre mi principal problema, mi talón de Aquiles, ¡cualquier cosa me inspira!. Todo me gusta llevarlo a mi mundo y me cuesta mucho centrarme en un solo tema, excepto cuando empecé a vivir con Eduardo que, por algún motivo, sólo pintaba mujeres, como si me dijera a mí misma: “¡tú puedes!, ni frágil, ni fea, ¡ni nada!, ¡tú puedes!”.
Me inspira cada rincón del mundo que he visitado, los animales y su comportamiento, me inspira la ternura, la pasión, el revoltijo de energías, los defectos de las personas que los hacen ser quienes son, la melena revuelta, las burbujas de colores mezcladas en las
dimensiones que me invento. Me inspira encontrar imágenes que me llevan a mi mundo alternativo, en el que me gusta habitar y que tiene de todo, pero sobre todo alegría y buen rollo, que da confianza y siempre suma.
¿Cuál ha sido la obra que más te ha marcado?
Supongo que en cada época he tenido una favorita. Mis casas torcidas y mis gorditas, las ranas, los perros… La gente se suele enamorar casi siempre de las mismas, pero a veces me sorprenden escogiendo las que menos me definen o aquellas en las que yo atravesaba un momento que no podría calificar, esas que he pintado sin tanta atención o dedicación, con menos mimo.
A medida que mi relación con los pinceles avanza, noto que me gusta más pintar unas cosas que otras y que hay elementos que se repiten y transformo en diferentes atmósferas.
Ahora mismo, arriesgándome, podría decir que las obras que más me han marcado son mis “mundos”. Estas telas son de las que más me cuesta desprenderme. Yo suelo disfrutarlas en casa y cuando se las llevan, siento el vacío. Me cuesta mucho sustituir esa sensación.
¿Si tus obras pudiesen hablar… ¿Qué crees que dirían sobre el artista?
Jajajaja ¿¡Que dirían!? Creo que todas juntas dirían: “¡Pero bueno! ¿esta tipa de dónde ha salido? Unas veces pinta gordas, alarga a la gente, tuerce las casas, luego tacha los cuadros y los revive con colores diferentes… Se lleva sus acuarelas, lápiz y papel y después de hacer 7 rayas pinta esto que no tenía nada que ver con lo que estaba haciendo…”.
Pero, por otro lado, creo que también dirían: “Esta chica me gusta, triste o contenta, siempre nos pone sonrientes o tirando para adelante. Nos coloca en bonitos espacios siempre que puede, nos acaricia con colores hasta la última esquina… Lástima que a veces nos meta en un armario y solo nos saque de vez en cuando a respirar, pero sabemos que a nada que puede nos saca a la luz”.
¿Con qué estilo te sientes más cómoda?
Estoy más cómoda con lo que yo invento sin muchas referencias, a mi libre albedrío. Solos, mi cabeza y yo, yo y mi cabeza. Mi mundo, mis recuerdos, mis dedos cada uno de un color revolviéndose por conseguir el que me gusta… Ese es mi estilo, sin sometimientos ni demasiados pinceles de un pelo.
¿Qué es lo que quieres transmitir con tus obras?
Creo que mis cuadros muestran mi esencia, mis valores, también mis miedos. Quiero que haya emoción al ver mis pinturas, que alegren, que no pase desapercibido el bien hacer. Creo que eso me diferencia. Quiero jugar con los ojos de la gente para que sea verdadera, quiero transmitir paz y armonía y atraer siempre las buenas energías.
¿Hay algún artista pasado que te haya influido?
Sí, claro, me han influido muchos. Dalí por su fantasía y ese personaje que se creó. Klimt que, a pesar de su historia, lo que pintaba transmite ternura y un toque algo hippy que me encanta. Velázquez, porque como a mí, algo le debía pasar en los ojos. Me han dejado huella muchos artistas y sus maneras, tanto los maestros clásicos como los más contemporáneos.
Si no hubieras elegido ser artista ¿a qué te habrías dedicado?
Sin duda alguna la psicología. Me gusta la gente, soy de ayudar. Me hace feliz que mi alrededor se sienta bien. Esa disciplina habría sido un camino que, a pesar de los problemas, también me habría llevado a sentirme plena.
¿Crees que el artista nace o se hace?
Yo creo que nace, pero también se hace. Muchos artistas nacen y mueren sin saber que lo son y otros muchos se hacen y se creen artistas sin serlo, así que ahí andamos a la búsqueda de qué fue antes, ¿el huevo o la gallina?.
Un pajarito me ha dicho, que no haces cuadros por encargo ni retratos, ¿A qué se debe?
Me gusta disfrutar y que no haya imposiciones. Con los retratos a la gente le gusta verse mejorada y uno se vuelve maniático. Los retratos no son mi fuerte y cuando los hago son con mi estilo. Puedo hacer un retrato y al terminarlo le meto una veladura. Para mi está precioso pero la expectativa del cliente puede no ser esa y es una frustración que prefiero evitar.
Sólo hago encargos no figurativos o dentro de mi estilo. Debo sentirme libre. Pueden pedirme un determinado arco de color, pero si el cliente ya imagina lo que quiere es difícil coincidir con su expectativa ya que aún no tenemos Bluetooth en el pensamiento.
«Así soy yo, mis obras muestran mi esencia, mis valores y también mis miedos. Te invito a que te des una vuelta por aquí y lo descubras por ti mismo. «
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Mi próximo proyecto es el que comienza con esta web y su maravilloso equipo. Iremos utilizando mis cuadros y diseños en diferentes productos. Se servirán en una tienda online y más tarde, si es posible, en tienda física.
Enseguida comenzaremos un Blog. Queremos mostrar cómo vive y se desarrolla un artista, que al final somos personas “normales”. Todos tenemos talentos, los artistas no somos una especie diferente, ni bichos raros (aunque hay de todo en todas partes) sólo nos diferenciamos en ese talento en particular que es el que hay que enseñar a los que ven los cuadros.
Mostrar mi mundo a través de la pintura es lo que pretendo y yo siempre digo que “hay que ponerse los ojos de ver”.